Formados en las manos del alfarero

 

Jeremías 18:1

El profeta Jeremías dice que se levantó ese día y el Señor trato con él. El señor quería darle una enseñanza y quería que él entendiera algo.

El momento en el que tú aceptaste a Jesús tu te levantaste y el Padre hizo algo en ti.

Jeremías se levantó sin saber que era eso que Dios le quería decir. Así también es hoy contigo, el Padre tiene algo para ti que tú desconoces.

El día que pasaste al altar el Señor decidió hacer algo contigo y sorprenderte. Algo nuevo va a hacer.

Dile al Señor que te haga de nuevo que todo orgullo, arrogancia y prepotencia se vaya de tu vida, si en algo quieres parecerte a él eso no debe estar en ti. No puedes querer parecerte solo en hacer milagros, prodigios y sanaciones, también tu vida debe ser igual a la de Él.

En esa historia Dios lo traslado a un lugar para que él viera y conociera lo que Dios hace con sus hijos, como el barro en las manos del alfarero.

El Señor le mostró a Jeremías dos cosas, “¿ves el barro? Ese eres tu y ese es mi pueblo”. Así como el alfarero formaba al barro a su manera eso mismo hizo Dios con él.

Jeremías estaba emocionado al ver lo que sucedía.

Tienes que aprender a escuchar a Dios en su casa, porque precisamente la palabra que recibas es la que te va a transformar.

Así como el lodo y el barro con el que jugabas de niño y hacías formas, ese mismo lodo es el ejemplo de como Dios te ve a ti. Jeremías vio como el alfarero hacia con el barro formas y lo que él quería, y Jeremías se maravillaba.

En aquellos tiempos los alfareros tenían el barro en la parte trasera de su casa para agarrarlo y luego formarlo. El alfarero siempre tiene la mirada en un lugar cuando le está dando forma al barro, así hace Dios, tiene la mirada puesta en ti.

Al momento en que lo aceptaste como Señor y Salvador en tu vida, el te tomó en su mano como el alfarero toma el barro del piso para empezar a formarlo.

El alfarero vio algo específico en el suelo que más nadie vio. Así pasa con Dios, Él ve cosas en ti que ni tú has visto, pero tú te dejas llevar por lo que dice una u otra persona de ti, y resulta que Él ve en ti lo que ni tú mismo puedes ver. Vio en David y Salomón un rey, vio en Pedro un apóstol, aunque lo negó tres veces y le cortó la oreja al guardia. Imagina que ve en ti.

Mientras los otros te ven como un barro inservible Dios en ti ve una obra de arte.

El toma tu estado natural Y lo transforma en algo increíble, te toma con su mano y te hace una obra.

Muchos por ahí dicen y cuentan cuando encontraron al Señor, y él fue quien te encontró a ti, Él no estaba perdido, tu eras quien estaba perdido.

Jeremías recibió una enseñanza ese día, un proceso difícil y complicado.

El Señor es el alfarero y tú el barro.

Luego de la forma viene el proceso de purificación, porque el barro tiene piedras, sucio, y hasta excremento, pero es necesario, para quitar todo lo malo que se le había pegado al barro. Ese proceso es el más complicado, porque es donde el Padre tiene que quitar todo lo que se ha pegado en tu vida. Si Él no limpia el barro no puede usarlo, si el Señor no te limpia no te va a poder usar.

Muchas veces realizas actividades religiosas o de servicio para Dios, con el corazón incorrecto porque el amor lo conviertes de amor a rutina. Porque una u otra cosa, por ejemplo tu hermano hizo algo que te dañó, pero debes amarlo y eso sucede porque es necesario, porque Dios quiere que tú te parezcas a Él.

Dios quiere purificar tu vida y mientras tú no permitas que Él arranque lo malo de ella vas a llenarte de sucio y cosas malas. Debes pedirle a Dios que te purifique, que te limpie, que te cambie, que te quite ese mal genio, la maldad, la envidia que no te deja ser como Él. Hay muchos que se quieren parecerse a Jesús a su manera, pero sin la guianza del Espíritu Santo no pueden hacerlo, necesitas su guianza y su limpieza.

Así como los alimentos deben ser procesados para que estén aptos para el consumo humano, así también debe pasar con los hijos de Dios. Igual cuando van a operar a una persona, esa persona no le dice al cirujano que debe hacer, el paciente debe dejar que el especialista haga su trabajo como él sabe. Así debes hacer tu con Dios.

En esos tiempos trabajar con el barro era un trabajo justo y honesto, tenía que quitar cada impureza hasta dejar el barro limpio. Así quiere hacer Dios contigo, que en las manos del alfarero te dejes limpiar y purificar para poder hacer la obra que Él quiere que seas.

Cuando el alfarero termina de purificar y limpiar la arcilla la coloca en la mesa. Así también hace el Señor, te pone en la mesa, en el lugar alto, en donde lo mereces. El Señor lo hace porque quiere trabajar en ti en un lugar donde te tenga cerca.

El alfarero al sentarse en la mesa, empieza a darle al pedal para darle vueltas. Ahí es donde Dios hace lo bueno, pone sus manos en el barro y empieza a dar forma. Y se empieza a ver algo hermoso, una vasija, y de donde no había nada se empieza a formar algo útil y bello. De la nada forma una obra de arte para su gloria.

De repente la vasija ve ese barro al que le dio forma, pero de un momento a otro también ve como se deforma. Pero al eso suceder el alfarero no agarró el barro y lo desechó, sino que empezó a darle forma otra vez. Lo importante es que estés en la mano del Señor, que aunque te deformes Él te pueda dar formar de nuevo.

El barro eres tú y el alfarero es Dios. Es decir que un día te vas a romper, pero si estás en sus manos Él te va a formar de nuevo.

Muchas veces te preguntas por qué te pasa eso sí le sirves, no faltas a un servicio, le eres fiel, pero el Señor necesita probarte.

Aunque pierdas formas Él te la va a volver a dar, en sus manos nada se perderá.

El misterio para muchos cristianos de lo que Dios hace es porque no entienden ni conocen el proceso del barro. Y resulta que Él quiere llevar lo más vil al algo majestuoso.

Vas a llorar, vas a pasar por dolor, vas a perder a un ser querido, o lo que has obtenido con esfuerzo lo perderás, pasarás sufrimiento en sí, pero ese es el proceso del barro para convertirlo en vasija.

Dios quiere formarte para él.

Te has enfrascado mucho en el ahora y no piensas que Dios quiere formarte para la eternidad. Confía en Él aunque vengan momentos de tormenta en los que no entiendas lo que Dios está haciendo, pero confía.

Cuando la vasija se echó a perder el alfarero no botó el barro, él volvió al formarla, con paciencia y amor, y nunca las manos del alfarero se quitaron del barro, nunca se lamentó, sino que siguió trabajando. Dios nunca tiene que explicarte nada, solo necesita tenerte en sus manos, el sigue siendo Dios y tú el barro.

Mientras estás en la mesa debes saber que tienes futuro y esperanza, y tendrás la fe de que el te puede volver a hacer, no te bajes de la mesa, quédate en su mano así te hayas echo mil pedazos, porque el alfarero te hará de nuevo.

Las mayores bendiciones vendrán a ti entre el sufrimiento y el dolor.

De algo deformado el Señor puede hacer algo nuevo. Si lo hace con el barro contigo también lo puede hacer.

El barro jamás habla, en ningún momento el barro dice, “me duele”, “no me gusta como me agarras de esa manera”, así que mientras estás en sus manos deja la crítica, la murmuración, la queja, porque mientras estás en sus manos Él sabe lo que está haciendo.

Al final lo que sale de sus manos, al finalizar el proceso es una hermosa vasija que es usada para echar aceite.

Y la vasija terminada sirvió para toda una vida.

2 Corintios 4:7

Algo pasa cuando el cristiano es capaz de mantenerse firme durante el proceso, se estabiliza, se forma, se prepara y se convierte en una vasija para que el Señor la llene de aceite.

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